La importancia histórica de los vinos de Tenerife

En 1573, las Cortes de Madrid presentan a Felipe II un informe sobre el abandono de la caña de azúcar y el floreciente estado del comercio del vino en Canarias. En esta época se origina una extraordinaria demanda del vino canario cuyo comercio se convierte en la principal fuente de ingresos del archipiélago a lo largo de casi tres siglos.

Navegantes, piratas y corsarios, alguno de los cuales atacan puertos isleños con el único objetivo de obtener sus vinos, van pregonando por el mundo las excelencias de sus Malvasías.

Hay que destacar de esta época los famosos vinos de retorno, que viajaban primero a América para después volver y, una vez agitados por los océanos, que los mejoraban y envejecían más rápidamente, ser vendidos en los mercados europeos donde eran muy apreciados.

Como huella del esplendoroso pasado y reflejo de la riqueza que, durante los siglos XVI y XVII, el comercio de vinos con América y Europa proporcionaron a la Isla de Tenerife, han llegado hasta nuestros días mobiliarios de lujo y construcciones civiles y religiosas edificadas en esos años así como innumerables citas literarias de autores relevantes de la época que cantaron alabanzas del Malvasía canario.

Que el Malvasía de Tenerife era considerado uno de los mejores, si no el mejor del mundo, lo prueba que el poeta oficial de la Corte Inglesa, William Shakespeare, recibe anualmente como parte de su salario, un barril de ese vino tinerfeño. Shakespeare se vuelca repetidamente en sus elogios a nuestro Malvasía y se convierte no sólo en su indiscutible paladín sino en su mayor propagandista. Sus personajes de “El Rey Enrique IV”, “Noche de Reyes o como queráis” o “Las alegres comadres de Windsor” saborean el “…Canarias, vino maravillosamente penetrante y que perfuma la sangre”.

Y algo debía de tener ese vino que exaltaba la inspiración y satisfacía las musas literarias, cuando dan fe también de sus preferencias, a través de sus obras otros muchos autores, como Walter Scott, Alksander I. Kuprin, Percy Bysshe Shelley, John Keats, Carlo Goldoni, Luis de Góngora, Maine Red y Joshep Spillman.

Como nada es eterno e incluso al rey Malvasía le llegó una decadencia que hizo que le hizo sucumbir si bien nunca desapareció. Por ello, nuevamente desde la isla de Tenerife se propuso un nuevo vino, distinto al dulce Malvasía y que se conoció como Vidueño o Vidonia en terminología anglosajona o simplemente como Tenerife Wine.

Estos nuevos vinos nacieron para competir con los Madeira tan apreciados por los ingleses y norteamericanos. A mediados de siglo XVIII nuestros comerciantes relanzaron nuestras exportaciones no solo a Londres, sino esta vez de una manera más global pues iban a toda Europa, Norteamérica y el resto del mundo que aún no estaba completamente descubierto.

Esta nueva segunda ola de producciones vitivinícolas se definieron con vinos blancos que se preciaban por calidad, su durabilidad e incluso por sus condiciones medicinales lo cual permitió que la British Navy lo contratara por miles de pipas durante dos décadas. También lo hizo el ejército ingles en sus campañas en la India así como el norteamericano en la guerra de la Independencia.

Los vinos pasaban de ser un producto de consumo exclusivo de ciertas élites acomodadas para ser consumido por simples marinos y soldados haciendo que su consumo se democratizara y en ellos nuestros vinos fueron precursores.

Avanzando hasta finales del XVIII esos contratos al Gobierno de Su Majestad Británica permitieron que destacados marinos y exploradores como James Cook, William Bligh, George Vancouver, e incluso la First Fleet en su viaje fundacional de Australia lo emplearan de forma constante.

Por entonces, la isla de Tenerife vivía solo para la exportación de vinos, los paisajes se adaptaron al cultivo y visitantes tan ilustres como el naturalista alemán Alexander Von Humbolt, quedó impresionado por la majestuosidad del viñedo tinerfeño en su breve estancia en la isla en 1799, quedando reflejado en su libro “Viaje a las Islas Canarias”, “…bajando al Valle de Tacoronte se entre en ese país delicioso del que han hablado con entusiasmo los viajeros de todas las naciones.  Desde Tegueste y Tacoronte hasta la Villa de San Juan de la Rambla, que es célebre por su excelente vino de Malvasía, está la costa cultivada como un jardín. Los collados están cultivados con viñedos que tienden sus sarmientos en muy elevados varasetos”.

Pero no acaba aquí la presencia histórica de nuestros vinos. El día 25 de julio de 1797, la escuadra inglesa, al mando del Almirante Sir Horatio Nelson, había intentado saquear la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, tras un épico y encarnizado combate, desiste de su intento, rindiéndose las fuerzas que habían desembarcado en la pequeña ciudad. Firmada la paz entre hombres de honor británicos y españoles, se produce un intercambio de presentes entre el Almirante Nelson y el General Gutiérrez defensor de la plaza (queso y cerveza por parte del Almirante Nelson y Malvasía de Tenerife por parte del General Gutiérrez).

El ataque de Nelson solo fue un hito, desgraciado por supuesto pero entrados en el siglo XIX los vinos de Tenerife aún siguieron progresando y evolucionando pero esa es una historia que está aún por ser escrita.

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